A PABLO

A Pablo

Siempre frente al mar,
en ese mar increíble de azules y
de rojo atardecer.
Pablo bajaba las estrellas y
las depositaba en la boca de su amada
y en sus cabellos ponía rosas de espumas.
Juntaban el vuelo de las gaviotas
para extenderlos en su alcoba.
No olvidaron de llamar a la luna
para sembrar luces en sus sábanas.
Eran antorchas de pasión.
El entregaba sus poemas
para calmar su sed .
Quiso que aún después de la vida,
su cuerpo siga adorando las aguas saladas ,
con sus corrientes frías.
Su corazón se detuvo en la primavera,
cuando las flores no ahogaban sus aromas,
cuando se abriría en su país
una historia de perros y fusiles.
Las amapolas y los geranios
siempre florecen
en esa isla de ébano,

y hacen guardia a su tumba.