
En las noches ardientes del verano
mi abuela me adormecía balanceando
un abanico de cartón .
El patio destilaba
aromas del parral
meciéndose en la alcoba.
El cielo estival
era un bello cuadro en la pared.
La luna se astillaba
en los vidrios de la mampara .
En el techo de zinc
golpeaban los insectos.
Paisaje de mi infancia,
que no permanece silencioso,
trae cantos indestructibles
trepándose en mi memoria.
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